Las buenas obras y la Salvación
La Doctrina Católica enseña:
Para ser salvo del infierno y entrar en el cielo, aparte del bautismo, hay que perseverar en la Iglesia Católica, participando de los sacramentos y demás obras adicionales. Así, permaneciendo en amor, se contribuye para la perfecta salvación y nuestra entrada en el cielo. La idea principal es que la salvación depende de nuestras buenas obras. De tal manera, y según el viejo adagio católico: ¡El bueno irá al cielo y el malo al infierno!
La Biblia enseña:
Si la salvación eterna depende de nuestro obrar, estamos todos eternamente perdidos, pues nadie puede cumplir la perfecta ley de Dios:
«Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia (Isaías 64:6).
«Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él» (Romanos 3:20).
«Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe» (Efesios 2:8,9).
«Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo» (Gálatas 2:16).
«Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo» (Tito 3:5).
Si aceptáramos que la salvación es ganada por nuestros esfuerzos personales, admitiríamos en consecuencia que Cristo no pagó en la cruz por nuestros pecados, y que su obra expiatoria fue insuficiente para nuestra redención. La Escritura es muy clara y precisa al respecto: «Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida» (1ª Juan 5:11,12).
La pregunta surge sola: ¿Tiene Ud. a Cristo en su corazón...?
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