DIFERENCIAS ENTRE
LA DOCTRINA BIBLICA Y LAS CATOLICAS
¿Cómo se alcanza la
Salvación?
Solamente dentro de
Encontramos innumerables versículos en las Santas Escrituras exponiendo
claramente que
«Yo soy la puerta (Jesucristo); el que por mí
entrare, será salvo» (Juan 10:9).
«Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo
(Jesucristo),
dado a los hombres, en que podamos ser salvos» (Hechos 4:12).
«Mirad a mí (dice el Señor), y sed salvos, todos los
términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más» (Isaías 45:22).
«Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo»
(Romanos 10:13).
«Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu
corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Romanos 10:9).
Ni bautismos sagrados, ni ritos santificadores, ni sacramentos
purificadores, pueden aportar nada a
La invitación de Jesucristo sigue siendo actual: «Venid a
mí todos» (Mateo 11:28). «Y el que a mí viene, no le hecho fuera» (Juan
6:37). Sin embargo, pese al ofrecimiento divino, son muchos hoy los
que lamentablemente rechazan la oferta de salvación. Él mismo dijo: «Y
no queréis venir a mí para que tengáis vida» (Juan 5:40).
Las buenas obras y
la Salvación
Para ser salvo del infierno y entrar en el cielo, aparte del bautismo,
hay que perseverar en
Si la salvación eterna depende de nuestro obrar, estamos todos
eternamente perdidos, pues nadie puede cumplir la perfecta ley de Dios:
«Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias
como trapo de inmundicia (Isaías 64:6).
«Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado
delante de él» (Romanos 3:20).
«Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de
vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe» (Efesios
2:8,9).
«Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino
por la fe de Jesucristo» (Gálatas 2:16).
«Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino
por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación
en el Espíritu Santo» (Tito 3:5).
Si aceptáramos que la salvación es ganada por nuestros esfuerzos
personales, admitiríamos en consecuencia que Cristo no pagó en la cruz por
nuestros pecados, y que su obra expiatoria fue insuficiente para nuestra redención.
La pregunta surge sola: ¿Tiene Ud. a Cristo en su corazón...?
La virgen María es nuestra intercesora delante de su hijo Jesucristo, y
por lo tanto uno de los mejores caminos que llevan a Dios. Es nuestra abogada y
auxiliadora.
La Biblia enseña:
Jesucristo es
«Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres,
Jesucristo hombre» (1ª Timoteo 2:5).
«Y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a
Jesucristo el justo» (1ª Juan 2:1).
«Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al
Padre, sino por mí» (Juan 14:6).
«Yo soy la puerta (Jesucristo); el que por mí entrare, será salvo»
(Juan 10:9).
De igual modo respondió con firmeza ante la declaración de una
espontánea del público: «Mientras él decía estas cosas, una mujer de
entre la multitud levantó la voz y le dijo: Bienaventurado el vientre que te
trajo, y los senos que mamaste. Y él dijo: Antes bienaventurados los que oyen
la palabra de Dios, y la guardan» (Lucas 11:27,28). Por supuesto,
Jesús no quiso desacreditar a su madre, sino más bien a aquellos que ya
comenzaban a otorgarle ciertas atribuciones de autoridad mal entendida. Con los
siglos
En definitiva, ni Jesucristo, ni tampoco los mismos apóstoles, nos
indican en ningún lugar del Nuevo Testamento que acudamos a María, ni para
brindarle adoración, ni tampoco para recibir sus favores como intercesora o
corredentora delante de Dios. «Un solo mediador, Jesucristo», hemos
leído en el texto bíblico anterior. Nos preguntamos: ¿No es mejor honrar la
memoria de María, siguiendo su consejo, cuando en las bodas de Caná, y
señalando a su Hijo, dijo a los que servían: «Haced todo lo que él (Jesucristo) os
dijere». Y ésta, precisamente, fue la recomendación de María que todos los
cristianos hemos de seguir: Haciendo todo lo que Jesucristo nos dijere...
La oración o
adoración a los santos e imágenes
Es lícito orar a quienes, debido a sus buenas obras, han sido declarados
santos por
«No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el
cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te
inclinarás a ellas, ni las honrarás» (Éxodo 20:4,5).
«Guardad, pues, mucho vuestras almas... para que no os corrompáis y
hagáis para vosotros escultura, imagen de figura alguna, efigie de varón o
hembra» (Deuteronomio 4:15-16).
Ciertamente
La doctrina Católica enseña lo siguiente: “A través de las sagradas
imágenes de
Después de la muerte, las almas de aquellos que no han sido
perfectamente purificados en este mundo, son llevadas a un lugar llamado El
Purgatorio, para durante un tiempo ser purificadas. Esta purificación es
necesaria, con el objeto de alcanzar la perfecta santidad, sin la cual es
posible entrar en
Solamente existe el cielo y el infierno (los que hoy mueren sin Cristo
se hallan en el Hades, la antesala del infierno), y no hay enseñanza bíblica
alguna que respalde un lugar donde después de la muerte las almas se
purifiquen:
«Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de
esto el juicio» (Hebreos 9:27).
«Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al
lago de fuego» (Apocalipsis 20:15).
«Habiendo efectuado (Jesucristo) la purificación de
nuestros pecados por medio de sí mismo» (Hebreos 1:3).
«Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad (el evangelio),
mediante el Espíritu» (1ª Pedro 1:22).
El relato del rico (léase Lucas 16:19-31), que se vestía de púrpura y
lino fino, nos muestra la enseñanza: «Y en el Hades alzó sus ojos,
estando en tormentos» (v. 23). En este lugar, donde van los muertos
sin Cristo, no existe purificación alguna. El mismo texto bíblico afirma que
para evitar el infierno es preciso atender al mensaje de
Jesucristo ya realizó la purificación de todos nuestros pecados en
No encontramos en
La confesión de los
pecados a un sacerdote
No existe hombre alguno en la tierra que tenga autoridad para perdonar
pecados. Solamente el Creador puede perdonar y borrar nuestras iniquidades. Y
así lo hace, cuando el pecador arrepentido, en acto de fe, acude
directamente a Dios para recibir el perdón por medio de Cristo.
«El (Dios) es quien perdona todas tus iniquidades» (Salmos 103:3).
«Si confesamos nuestros pecados, él (Dios) es
fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad» (1ª
Juan 1:9).
«Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados
fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como
el carmesí, vendrán a ser como blanca lana» (Isaías 1:18)
«Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis
transgresiones a Jehová. Y tú perdonaste la maldad de mi pecado» (Salmos 32:5)
«De Jehová nuestro Dios es el tener misericordia y el perdonar» (Daniel
9:9)
«Así que, arrepentíos y convertíos (entregarse a Dios), para que sean
borrados vuestros pecados» (Hechos 3:19).
Nadie puede ser mediador en la reconciliación del hombre con Dios, sino
Cristo mismo. Así cita el texto bíblico: «Todo esto proviene de Dios, quien
nos reconcilió consigo mismo por Cristo» (2ª Corintios 5:18). El
versículo aludido anteriormente es suficientemente explícito en esta
doctrina: «Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los
hombres, Jesucristo hombre» (1ª Timoteo 2:5).
El apóstol Pablo, en el Nuevo Testamento, recomienda que el hombre se
reconcilie directamente con Dios, sin ningún mediador: «Os rogamos en
nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios» (2ª Corintios 5:21).
El Papa es el Vicario de Cristo en la tierra, esto es, el que sustituye
a Cristo en este mundo. El Papa es el Sumo Pontífice, o dicho de otro modo, el
único puente directo entre Dios y
Todo ser humano es pecador, sin excepción alguna... Delante de Dios
todos somos injustos, falibles, y como ovejas torpes nos descarriamos
fácilmente. La única infalible es la eterna Palabra de Dios.
«Por cuanto todos pecaron, y están destruidos de la gloria de Dios»
(Romanos 3:23).
«Como está escrito: No hay justo, ni aun uno» (Romanos 3:9).
«Todos nosotros nos descarriamos como ovejas» (Isaías 53:6).
«Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro
Padre, el que está en los cielos. Ni seáis llamados maestros; porque uno es
vuestro Maestro, el Cristo» (Mateo 23:9,10).
«Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre»
(Jeremías 17:5).
Contrario a las atribuciones papales, el apóstol Pablo mantuvo siempre
la humildad y declaró de él mismo lo siguiente: «Cristo Jesús vino al
mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero» (1ª Timoteo
1:15).
Reiteramos aquí el mandamiento de nuestro Señor: «No llaméis
padre vuestro a nadie en la tierra» (Mateo 23:9).
Son innumerables los pasajes y versículos en
En la misa se renueva el sacrificio expiatorio de Cristo, aunque no en
forma cruenta, y por lo tanto se vuelve a realizar en cada acto litúrgico la
obra de nuestra redención.
No hay texto en
«Que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de
ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del
pueblo; porque esto lo hizo (Cristo) una vez para siempre,
ofreciéndose a sí mismo» (Hebreos 7:27).
«Pero ahora, en la consumación de los siglos, (Cristo) se
presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en
medio el pecado» (Hebreos 9:26).
Aclaramos que la participación del pan y la de la copa, la santa cena,
es un recordatorio de la muerte de Cristo a nuestro favor. Y se instituyó para
que los cristianos no nos olvidemos de que nuestra salvación depende solamente
de ese único sacrifico (el pago de nuestros pecados), hecho una vez y para
siempre. Tal consideración es lo que nos motiva a los creyentes a adorar a Dios
en espíritu y en verdad. «Haced esto en memoria de mí» (Lucas 22:19),
fue el mandamiento del Señor Jesús para su Iglesia.
El ser humano nace con una naturaleza manchada por el pecado original, y
por tal motivo los niños necesitan del nuevo nacimiento para poder
salvarse. Con el Bautismo infantil son limpiados de ese pecado original,
y a la vez librados del poder de las tinieblas, para de tal forma entrar a la
libertad de los hijos de Dios, que son todos los católicos bautizados. Si por
el contrario el niño no es bautizado, los padres le privan de la gracia divina,
y por consiguiente el niño no logrará convertirse en hijo de Dios.
Como normativa bíblica el bautismo debe realizarse después de que el
hombre o mujer recibe la salvación en Cristo. Por lo tanto no es un requisito
para recibir el perdón de Dios y la vida eterna, sino un símbolo que refleja la
salvación y nuevo nacimiento recibido de Dios con anterioridad:
«Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí
hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo
corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de
Dios» (Hechos 8:36-37).
«Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de
Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres» (Hechos 8:12).3. «Y muchos
de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados» (Hechos 18:8).
Después de la predicación del apóstol Pedro, se bautizaron aquellos que
creyeron en el Evangelio. «Los que recibieron su palabra fueron
bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas» (Hechos 2:41). Luego,
en
Igualmente, el ser humano, alejado por Dios a causa del pecado, no se
convierte en hijo de Dios por el bautismo infantil.
Solamente
«Toda
«Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis
aprendido (la doctrina apostólica), sea por palabra, o por carta nuestra» (2ª
Tesalonicenses 2:15).
«Pero os ordenamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo,
que os apartéis de todo hermano que ande desordenadamente, y no según la
enseñanza que recibisteis de nosotros (la enseñanza apostólica, o para
nosotros hoy el Nuevo Testamento)» (2ª Tesalonicenses 3:6).
No son pocas las ocasiones en las que Jesús denunció esta malsana
práctica:
«¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por
vuestra tradición?» (Mateo 15:3).
«Invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que habéis
transmitido» (Marcos 7:13).
«Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de
los hombres» (Marcos 7:8).
«Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición»
(Marcos 7:9).
Aparte de las Santas Escrituras,
Con toda seguridad afirmamos hoy que
En conclusión, si existe contradicción entre lo que los hombres enseñan
y la propia Escritura, bien sean llamados maestros, doctores o papas, el
cristiano tiene que responder como hizo Pedro y los demás apóstoles: «Respondiendo
Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los
hombres» (Hechos 5:29).
De hecho, uno de los requisitos para el reconocimiento del “Canon
bíblico” (los libros de
En su proceder práctico
No hay comentarios:
Publicar un comentario