Encontramos innumerables versículos en las Santas Escrituras exponiendo claramente que
«Yo soy la puerta (Jesucristo); el que por mí entrare, será salvo» (Juan 10:9).
«Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo (Jesucristo), dado a los hombres, en que podamos ser salvos» (Hechos 4:12).
«Mirad a mí (dice el Señor), y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más» (Isaías 45:22).
«Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» (Romanos 10:13).
«Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Romanos 10:9).
Ni bautismos sagrados, ni ritos santificadores, ni sacramentos purificadores, pueden aportar nada a
La invitación de Jesucristo sigue siendo actual: «Venid a mí todos» (Mateo 11:28). «Y el que a mí viene, no le hecho fuera» (Juan 6:37). Sin embargo, pese al ofrecimiento divino, son muchos hoy los que lamentablemente rechazan la oferta de salvación. Él mismo dijo: «Y no queréis venir a mí para que tengáis vida» (Juan 5:40).
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